lunes, 27 de junio de 2016

La grandeza del arte

Emociones que se agolpan en un baile colmado de vida, el encuentro con uno mismo a partir de otros caminos a los que accedemos sin prisa, la certeza de que ese paisaje revelado no habría sido descubierto de otro modo. Ocurre: asistimos a otras vidas que laten con fuerza y nos adentramos en un universo que de repente, como regalo imprevisible, engrandece el nuestro. Y nos reconocemos en una emoción que nos pertenece, vibramos con una historia que nos va recorriendo piel adentro, volamos desde ese latido.


Todo ese recorrido es agasajo, deleite de gozo que nace del amor vocacional que Sara Casasnovas siente por su profesión... y reconocemos que el motor está ahí; en la pasión y en la entrega generosa de quien vuelca todo de sí para encender la vida en otro ser que transita por nuevas rutas bajo la propia piel. No sé si llegamos a comprender la complejidad del asunto: entrar de lleno en las circunstancias de un personaje, entender sus miserias y sus grandezas, indagar en el alma humana con los sentidos a punto, expresar a través de voz y cuerpo toda la esencia viva. Para que esto surja no sólo es preciso, pensamos, valía y trabajo: sino estar muy lleno por dentro. Dice Sara que en esta disciplina artística a la que consagra su vida -suerte inmensa que así sea- el aprendizaje es constante. No lo dudamos, nos sucede lo mismo: cada historia es una experiencia vital para nosotros, aprendizaje que nunca cesa y que hallamos en distintos nombres, en tiempos diferentes, en vidas ajenas que, como magia, sentimos también un poco nuestras. Transitamos la senda y cada personaje es compañero que nos permite ampliar miras, enfocar, crecer, sentir, vivir y descubrir. La grandeza inexplicable del arte, a la que nos rendimos sin concesiones.

Por todo eso es muy difícil definir con exactitud lo mucho que nos mueve el trabajo de Sara Casasnovas, el orgullo con el que seguimos su carrera, la felicidad que nos supone ocupar la primera fila en su trabajo y el significado bonito que le damos a cada paso. Porque sí, hoy sumamos un día más en este camino que hacemos de la mano de Sara, tomándole pulso al sueño pero despertando en cada latido de vida, y celebramos la magia presente.

Nos emociona hacer balance de estos años -que son bastantes pero a la vez nada si comparamos con los que están por venir-, pensamos en el primer personaje, en la curiosidad por conocer a la actriz que lo habitaba. El sinfín de historias, de puertas abiertas, de emociones vivas, de mundos colmados. Esa sensación indescriptible de hallar la sorpresa siempre pese a lo altísimo de las expectativas, de enfrentarnos al trabajo de alguien a quien ya creemos conocer, aunque sea por la suma de tiempo entre personajes. Y vuelve a pasar: la sorpresa de reconocer que tan sólo la fisonomía se corresponde a la actriz que admiramos: porque son sus ojos, pero la que mira ya no es ella, debían ser sus pasos pero el caminar es distinto, es su cuerpo pero la piel obedece a otro latido. El viaje entonces, siempre inigualable.

A propósito de todo esto, acudimos al recuerdo. O más bien al corazón, donde permanecen estas vidas valientes que nos llegaron desde Sara... y ahí mismo hay billete directo al 48 convulso, donde topamos con el idealismo representado por Alicia Peña, hay un reencuentro que se produce años más tarde y que nos permitió abrazar de nuevo a este personaje mítico; hay cita en el Hospital Central con la residente Jose Velasco, vitalidad y energía; hay también asiento para nosotros en un coche en el que viaja Sandra, hay determinación para el cambio en ella, a la contra de las circunstancias; hay fábulas vividas en ese ambiente rural en el que Jone se desarrolla, con picardía y resistencia; hay compromiso con nuestra historia, hay lucha por la supervivencia ante la catástrofe que sacude a Amaia, adversidad transformando inocencia y fantasía en coraje y valentía; hay un misterio que buscamos resolver en nombre de Mónica; hay una huida hacia adelante en la que descargamos adrenalina con Mía, hay ritmo trepidante y acciónhay compartidos instantes fugaces pero eternos con Boni, con Marta, con Vanessa... hay amor en tantos y más nombres que grabamos a fuego.


Y el TEATRO, esa puerta al mundo que nos permite asistir al encuentro valiente que se produce al momento. Con la piel a punto, el vértigo de emociones y el ansia por ese vuelo huracanado de vida que nos consagra de inmediato al arte. El teatro nos lleva a ese lugar único y desconocido en el que queremos ser siempre. Y Sara, que se crece en las tablas, nos ha regalado momentos repletos de corazón en ese medio poderoso a través del que comparte su ser.
"Es una expresión artística que nutre el espíritu. Nuestro arte es nuestro reflejo y el teatro representa la naturaleza del ser humano creando realidades, cuestionando lo establecido, ensanchando las miradas", Sara Casasnovas. 
Desde una butaca hemos emprendido viajes infinitos que nos han regalado luz. Encogiéndonos el alma, endulzándonos, colocándonos a veces un peso en el pecho que nos invade de sentimientos, invitándonos otras a un baile de deliciosa melodía. Pero siempre enseñándonos un nuevo camino hasta nosotros mismos. Y por eso la vida de Xulieta, Electra, Griselle, Clara, Evelyn perdura mucho más allá del telón cerrado, instaladas en nosotros esgrimimos la sonrisa cuando nos lanzamos a su recuerdo, y las sentimos ahí... bien dentro :).

Y en ese justo momento somos verdaderamente conscientes de la grandeza del arte, entonces consideramos que el triunfo en realidad es este, entonces tiene sentido que esta Zona exista, entonces nos engrandecemos ante ese sentimiento único que nos lleva a admirar a Sara Casasnovas y a sentir la deuda de la gratitud amplísima. Entonces tenemos la seguridad de que este camino largo también lo hacemos nosotros, y ya vibramos de emoción ante lo que viene... 

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